Sobre la paz y la justicia

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Frente a un hecho muy grave, el sistema institucional (aun con matices) se ha pronunciado repudiando la violencia, requiriendo el esclarecimiento del hecho, invocando la defensa de la institucionalidad y manifestando preocupación por el funcionamiento de la seguridad. Un buen punto de partida, aunque insuficiente para construir el tipo de sociedad en el que quiero que vivan mis hijos.

Nadie puede garantizar un orden carente de controversias y agresiones. Las controversias son resultado del pluralismo, y la agresión está en la naturaleza humana. A lo sumo podemos penalizar sus manifestaciones más peligrosas. Un objetivo político significativo no es buscar la realización de un ideal contrario a la naturaleza humana e imposible de ser construido, sino dar un marco institucional que estimule la prevalencia de vínculos positivos y que ordene el modo de convivencia y de competencia social, política, económica y cultural.

La Argentina está lejos de facilitar las relaciones colaborativas, el espíritu asociativo, la conversación creativa. De hecho, hemos exaltado la competencia predatoria sobre la competencia reglada, la descalificación sobre el reconocimiento, el tono alto sobre la sugerencia, la afirmación categórica sobre los matices, etc. La Argentina ha naturalizado un estado de cosas, que podríamos denominar “hostilidad de bajo grado”.

No importa que se trate de un corte de calle, de un corte de ruta, del bloqueo de un parque industrial, de la rotura de un silobolsa, de una caricatura violenta, de un funcionario ostentando un arma, de otro sobrepasando una fila crítica, de un ataque anónimo en redes, etc. Todas esas situaciones, cada una de las cuales parece ser no tan relevantes, cuando ocurren reiteradamente erosionan el sistema de convivencia y van generando una atmósfera, un estado de ánimo envolvente que condiciona todas las respuestas.

Nota de opinión de Fabio Quetglas en La Nación

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