Nota de opinión de Fabio Quetglas en La Nación
Domingo Cavallo sugiere la posibilidad de un atraso cambiario: complot; luego de una incendiaria presentación en Davos, la comunidad LGTBQ+ reacciona: complot; se multiplican las criticas por la insuficiente reacción oficial frente al avance de incendios: complot; incluso si una nota periodística sale al aire con defectos técnicos: complot.
El gobierno tiene ensayando una respuesta a cada problema inesperado que se le aparece: se trata de una confabulación en las sombras de poderes que lo único que desean es su fracaso.
Una amplia red uniría potencialmente a directores de cámaras, exministros de economía, personas con preferencias sexuales diversas, militantes ambientales; pero también artistas, periodistas, empresarios, etc.
Las cosas están planteadas más o menos así: si sale bien, el presidente es una persona con capacidades extraordinarias. Si sale mal: la culpa “es la casta”. El nivel de irresponsabilidad frente a los resultados negativos es tal, que merece ser puesto en el centro del debate político.
Hasta ahora, ese planteo le ha resultado útil al gobierno; en principio por gozar de las ventajas de ser una novedad política luego de un fracaso rotundo. Lo viejo contaminado contra lo nuevo inmaculado. No es la primera vez que ocurre en la historia. También le ha resultado útil, para intentar inhibir a la oposición en su intensidad. Nadie quiere que lo señalen como partícipe de un complot.